miércoles, 18 de octubre de 2017

La final de Copa Federación

Un derbi siempre desprende un sabor especial, nadie lo puede negar. Ya sea en una de las consideradas competiciones importantes o un campeonato menor, siempre será una cita que inequívocamente suscite unas emociones distintas a las de cualquier otro partido. Y, bueno, vale que esta tarde en San Javier no tendrá lugar uno como tal, pero el hecho de que se enfrenten los filiales a partido único con un trofeo de por medio otorga a este miniderbi un atractivo especial, dentro de su particularidad. No obstante, no pretendo enfocar de la forma habitual el susodicho encuentro, así que aparcaré el pique que pudiera existir tras los affaires estivales de Renato y Víctor Basadre, jugador y técnico del filial albinegro que han acabado cruzando el Puerto de la Cadena, o elementos de esta índole. Si era lo que esperaba leer alguien, lo siento, pero nada más lejos de la realidad.

Lo que busco en estas líneas, con motivo de esta final de Copa Federación, es realizar una mirada retrospectiva al crecimiento del FC Cartagena desde su fundación en 1995. Y es que, aunque muchos de sus aficionados lo desconozcan, el Club ya posee dicho galardón en su palmarés (y digo palmarés, no vitrina, puesto que si no estoy mal informado físicamente ya no se tiene). La primera vez que se campeonó la competición fue en la temporada 1996/97, la del debut en Tercera División, ganando a doble partido una final al entonces notable CD Relesa Las Palas. Aquel hito, del denominado Cartagonova FC, sería reeditado la campaña siguiente (hace exactamente 20 temporadas, vaya) casualmente frente al propio Real Murcia B.


En la citada segunda ocasión, a doble partido otra vez y fechada a principios de enero, el Cartago empataba 0-0 en Los Garres frente al filial grana y vencía una semana después en el Estadio por 3-1, con goles del pichichi Carlos (doblete) y de Andrés, remontando así un


sábado, 14 de octubre de 2017

El que irá a Sevilla…

Dispuso la suerte, esa histórica ausente en el fútbol de esta tierra, que el rival de Primera División al que debiera enfrentarse el Cartagena en la próxima ronda de Copa del Rey fuese el Sevilla, como premio a haber logrado superar al Talavera el pasado 20 de septiembre. Allá por entonces, en la semana tras la “lejana” Jornada 5, todo eran rosas alrededor del conjunto albinegro. Éramos cuartos clasificados, con el mayor bagaje anotador del Grupo IV junto al Betis B y se habían encadenado tres partidos consecutivos sin encajar gol alguno, por lo que la sangría defensiva con la que se había empezado el campeonato parecía haberse resuelto. Únicamente cabían pensamientos positivos en aquellas fechas, este año sí que íbamos a disfrutar de un delantero que materializase sus ocasiones en una proporción razonable, y además podía ser que nos cayese el gordo y viniera un Real Madrid, Barça o Atlético de Madrid dentro de un mes. Joder, iba tan bien todo que hasta se anunció el cambio de césped del Estadio después de tres décadas con el mismo. Lamentablemente, y conociendo nuestros precedentes era lo más predecible, la arcadia feliz pronto tocaría a su fin.

Monteagudo en su presentación
El rumbo se comenzaría a torcer con el sorteo de Copa, cuando la primera bola del bombo en aparecer era la del Cartagena y acto seguido oíamos que el equipo de Champions al que nos íbamos a enfrentar vendría del Sánchez Pizjuán. Y que no se ofendan los palanganas, simplemente soy realista y comento que a bastantes cartageneros les pareció poca cosa. Esto fue el jueves 28 de septiembre y ya se venía de perder por primera vez en la temporada, 2-1 en Mérida. Con expulsiones de dos jugadores importantes, como Moisés y Aketxe, y lesiones de Chavero y Cordero, otros dos habituales. No obstante, todo estaba controlado aún. Esa era la (repito, lejana) Jornada 6. Siete días después, y sin que sirvan de excusa las bajas, se empataba en casa